Hace cosa de 2 años tuve la chance de viajar y vivir durante un tiempo en Estados Unidos, donde pude comprobar cuál es la principal diferencia entre el tan mentado primer mundo y la realidad de los países en esta región del planeta o en vías de desarrollo.
Puesto a pensar en cuales serían las diferencias que iba a encontrar entre ambas realidades, repercutía en mi cabeza una frase que un primo disparó en un asado de domingo: "esto no cambia nunca, porque este es un país de negros analfabetos que vende su voto por un regalo". Sin duda, una mejor distribución de la riqueza o menos pobres (y no estoy suponiendo que Estados Unidos tenga esto), puede garantizar mejores resultados electorales, pero a la distancia, puedo decir que mi primo estaba decididamente equivocado.
La principal diferencia entre un país y otro no radica escencialmente en la cultura de la población ni en su ingreso per capita, sino en la calidad de las instituciones. Obviamente sería ingenuo suponer que con mejores ingresos las instituciones no podrían ser mejores, pero no es una condición, sino un adicional.
El poder de policía del estado para sancionar a aquellos que quebrantan la ley, sin importar el apellido o la billetera del infractor y la capacidad de organización de ambas sociedades son sin lugar a dudas la principal diferencia.
Vivir en países del tercer mundo significa pagar impuestos que no vuelven al bolsillo del consumidor (por robo de las autoridades o ineficiencia en la distribución) y además, pagar impuestos adicionales en términos de tiempo perdido en dependencias públicas y empresas mal reguladas.
Así, no tenemos un correo eficiente o perdemos días en dependencias del estado, renovando documentos, pagando multas y hasta haciendo la declaración impositiva. Esta doble imposición no está contemplada en ningún modelo económico y bien debería ser contemplada en todos los cálculos que se realizan para definir una inversión o un lugar para vivir.
Mientras no podamos organizarnos y desarrollar instituciones con poder de policía, vamos a seguir viviendo en un mundo en el que aparentemente nos beneficiamos porque podemos evadir y eludir la ley, cuando en realidad el costo de dicha evasión, termina siendo mayor a lo que pagaríamos si viviesemos en un mundo más regulado. Da para pensarlo no?
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
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