Tuve la suerte de tener un padre increíble. Tal vez no el más comunicativo o con el que haya compartido tantas cosas de la vida, pero de esos que siempre estaba en los momentos trascendentes. Seguramente su origen teutón y su instrucción Kantiana lo hacían parecer impenetrable, pero detrás de esa coraza aparente, se escondía un hombre lleno de sentimientos que amaba profundamente.
Como comentaba, no fue una persona con la que haya compartido domingos de fútbol, eventos deportivos ni música. Más bien todo lo contrario. Teníamos gustos divergentes y más bien opuestos Me instruyó (o al menos intento instruirme) en los grandes temas de la vida. Dueño de una biblioteca envidiable y una colección de música clásica aún mayor, se la pasaba la mayor parte del tiempo leyendo y escuchando música, mientras yo sintonizaba otra frecuencia.
Alguna vez algún profesor del colegio describió esa situación como "distintos campos vectoriales" significando que él y nosotros estábamos en espacios distintos sin ninguna posibllidad de contacto. Las apariencias hubieran marcado que mi viejo y yo estábamos en campos vectoriales distintos. Pero claro, eran solo apariencias. Siempre tuvimos un sentimiento de admiración recíproco. Yo estaba orgulloso de él y me consta que él también se regocijaba en mi.
Y aunque no compartiéramos tantas cosas, el año siempre nos tenía reservado en el calendario una fecha en la que ambos compartíamos un momento especial: la exposición rural que se realiza religiosamente en el predio ferial de palermo. A ver si se entiende: estábamos siempre juntos, íbamos al club en familia etc etc etc, pero eran pocas las actividades que compartíamos exclusivamente y esta creo que era la más importante. Bueno, estaban también las visitas al Italpark, pero claro esas eran más del tipo de las que sucedían porque yo me ponía denso y él accedía. La de la rural en cambio la armaba él para mi, me sacaba antes de clases (cosa que la hacía aún más especial) y nos íbamos a recorrer.
Y dentro de esa visita, había un momento especial: el del souvenir / recuerdo que generalmente eran unas yemas del uruguay que duraban lo que tardaba el auto en salir de la exposición y llegar a casa. Por si no las probaste, son como una yema de huevo bañadas en caramelo. Desconozco la composición exacta, pero me sabían fabulosas. Un año se equivocó en vez de yemas me compró una trompeta de plástico que también duró lo que tardó el viaje en auto de la feria a mi casa, pero por otros motivos que solo pude entender una vez que fui padre y pude comprender lo nocivo que puede ser un niño de 4 años con semejante elemento.
Por eso me sorprendió hoy mi hermana que trajo del uruguay unas yemitas de regalo. Fue no más abrirlas y acordarme de mi viejo, de nuestras visitas a la rural y de tantas otras cosas justo en este fin de semana donde lo recuerdo como lo que fue y siempre seguirá siendo: un gran padre.
Feliz día papá...! Seguro estoy de volver a verte para seguir compartiendo todas esas cosas que no por simples dejan de ser sabrosas, como las yemas de huevo bañadas en caramelo. El mejor regalo de día del padre que jamás hubiera imaginado.
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
sábado, 19 de junio de 2010
Yemitas con sabor a Papá...
Etiquetas:
día del padre,
italpark,
pensamientos livianos,
sociedad rural
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Sabés? Mi madre era loca por las yemitas de Uruguay. También le gustaba el dulce de guayaba que solo se conseguia si viajabas a Brasil. Que bueno es que haya cosas que nos hagan recordar. No hay yemitas para Argentinos para que se acuerden de tantas cosas que habría que recordar?
ResponderEliminarPor ejemplo, la inflación. Ya me habia olvidado de la inflación, pero aqui esta de vuelta y como siempre pasa es como el sapo en agua caliente. Despacito uno se va acostumbrando.