Había una vez, hace mucho tiempo, alguien que quería en serio. Alguien que jugaba con el corazón...alguien que creía en el amor verdadero, que creía en el amor desinteresado. Un hombre que jugaba con sus valores sin importar que el mundo se mofara de él y que al igual que todos se equivocaba una y mil veces, pero que seguía creyendo.
Será el signo de los tiempos, el comienzo del apocalipsis o el fin de algo, pero ese hombre desapareció. Devorado por la propia realidad que le mostró una y mil veces la miseria humana, desafiado por el demonio que se cansó de mostrarle acá y allá lo estúpido que es aquel que se aferra a la Verdad, ese hombre se corrompió, porque en el fondo no somos nada más que seres inferiores que nos arrastramos en un lodo terrenal.
Las almas ya no tienen dueño, el Espíritu que da valor y la Verdad están hoy escondidos, cubiertos de nada, invisible a los ojos. Y cuando eso pasa, cuando eso sucede, hasta el más virtuoso o aquel que busca la virtud, tropieza y se da de bruces con su realidad terrenal. No es una justificación, es una realidad.
Es mucho más fácil dejar de pensar, entregarnos al placer del hoy sin pensar en mañana, encerrarnos en nuestra propia miseria y vivir sin mirar al costado que intentar cambiar el mundo. Total, para que? Con que objetivo vas a mantener la cabeza en alto y poner corazón en la Verdad si la Verdad no existe? En un mundo que exacerba a los corruptos convirtiéndolos en dioses de barro todopoderosos, la esperanza se choca una y otra vez contra la pared hasta yacer en el subsuelo del abismo.
Pra que seguir luchando entonces? Esta pregunta perturbadora y engendrada en la cueva del maligno es la que hoy nos llena de penumbras y nos acongoja. A no dudar, a seguir luchando, a seguir esperando. La Verdad se acerca....
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
domingo, 3 de abril de 2011
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