Los amigos que me conocen bien, saben que soy una persona optimista. Lo aclaro porque si solo me conocés a través de ese blog, seguramente creas que soy un depresivo nostálgico compulsivo. Esa es solo una parte de mi. Tengo además un humor corrosivo pesado que me acompaña adonde voy. Pero eso tampoco me convierte en un negativo.
Soy de los que creen que las cosas solo pueden mejorar. En serio. Le creí a De la Rua cuando dijo que con él „se terminaba la fiesta para unos pocos“ y después a Duhalde cuando sostuvo que „éramos un país condenado al éxito“. En realidad estaba seguro de que eso iba a suceder una vez que Duhalde dejara el gobierno.
Mal podía suponer que lo que venía después de Duhalde era peor que Duhalde y menos aún que lo que venía después de Néstor iba a ser peor que Néstor. Y sigo pensando lo mismo: cualquier cosa que venga después de Cristina nunca va a ser peor que Cristina. Tiene que ver con ese optimismo que mencionaba al principio.
Sin embargo y dada la enorme desilusión que tengo después de 12 años de esperar algo mejor que lo que había antes, decidí aprovechar este 25 de mayo para pensar si vale la pena esperar un cambio después de 201 años de estar esperando algo mejor. Y llegué a la conclusión de que no vale la pena esperar más nada.
Nada, ni absolutamente nadie, nos va a sacar del fango. Sencillamente porque ninguno de nosotros quiere seriamente salir del fango. En realidad somos una serie de voluntades que no queremos vivir en el fango...pero eso solo se aplica a nosotros en forma individual. No hay una visión colectiva. Queremos salir del fango nosotros para vivir mejor nosotros...el resto que se pudra. y no solo eso, sino que si vemos a alguno que está saliendo del lodazal, hacemos lo imposible para que no le vaya bien. Porque si el otro sale, nos vamos a sentir peor y eso no nos conviene: si no salimos nosotros, al menos que no salga el otro.
Y si yo que soy un tipo super optimista no espero nada de nada, supongo que el resto de la población estará directamente al borde del suicidio colectivo. 201 años de esperar es mucho tiempo. Esa Argentina grande para todos no la vió mi bisabuelo, no la vió mi abuelo, no la vio mi viejo y hoy creo que yo no la voy a ver tampoco.
Y poco importa ya si Cristina cree que está a la vuelta de la esquina. Peor aún, si precisamente estamos a la vuelta de la esquina del sueño de Néstor y Cristina, estamos a más de 50,000 millas de lo que soñaron mis antepasados cuando eligieron esta tierra.
Por suerte después de una buena botella de scotch nacional que es lo único que se consigue a un precio razonable en este país, pude equilibrar mi mente y recuperar mi optimismo. Y estoy convencido, aún si Filmus gana en la capital y desarma las bicisendas...aún si Cristina se impone en Octubre en la primera vuelta con Moyano como compañero de formula, la cosa nunca va a empeorar.
Sabés porqué? Porque el 21 de Octubre se termina el mundo y no queda tiempo para que los KKK rompan más nada. Certeza? No. Solamente optimismo.
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
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