Hay una eterna discusión que me persigue desde que soy argentino: la maldita bipolaridad. Es como la idiosincrasia nacional, sos el mejor o no existís. Nos llenamos la boca hasta el punto de alimentar nuestro ego y cuando nos damos cuenta que no somos los mejores, cuando nos chocamos con la pared y nos devuelven a nuestra realidad de enanos, nos deprimimos de tal manera que hubiera sido mejor no haber empezado ninguna discusión.
Y se repite sistemáticamente a lo largo del tiempo en todos los ámbitos en los que nos enfoquemos. Un conjunto de individualidades con ínfulas de superioridad, basadas en el solo hecho de haber nacido argentino. Y no me tomes por extraño: soy tan argentino como cualquiera y participo abiertamente del deporte nacional de hablar primero y sudar después. Tal vez sea más fácil no hablar.
El otro día leía las declaraciones de Nalbandian, eliminado en la segunda ronda del abierto de Australia por un desconocido Taiwanes que figura 61 en el ranking. Decía el rey “David” más famoso de todos los tiempos que el 61 del mundo es un gran jugador y que no hay nada de malo si se pierde un partido. En cierta forma tiene razón: siempre se puede perder un partido y no hay nada de malo en eso.
En realidad, es un tema de expectativas. Cuando vemos a David, vemos al argentino canchero que gana parado porque no necesita entrenar. El es argentino y no necesita entrenar o bajar la panza para ganarle a nadie. Es el “Rey David” y con una raqueta puede derribar a cualquiera que se le ponga enfrente. Los problemas aparecen después cuando se para enfrente uno que está un poco más entrenado y le recuerda (y nos recuerda) que no es ningún Rey, que no ganó ningún Grand Slam y que está gordo y fuera de forma por todos los ravioles que se come.
Hay algún pecado en que le guste más comer y festejar en el carnaval de Gualeguaychu que entrenar para ser el mejor de todos los tiempos? Nada en absoluto si fuéramos ciudadanos de cualquier país del mundo civilizado y mirásemos las cosas en perspectiva sin los comentarios de estos periodistas nacionales que lo alaban por demás y rompen su estatua de barro después. Y nada de malo en absoluto si David fuera un poco menos Argentino y empezara a entrenar en serio para dejar de perder partidos que en los papeles no los puede perder. Insisto, ese muchacho no juega para él, porque cada vez que pierde nuestro ego queda más roto que las raquetas que destruye cuando se da cuenta que comió de más la noche anterior y que no puede correr.
Nalbandian es un gran jugador, talentoso como pocos pero con un gran problema: nació Argentino como vos y como yo…y como estoy empezando a comprender, somos buenos segundones…al menos hasta que Del Potro gané el abierto de Australia y volvamos a acordarnos que somos los más grande que hay…
Y se repite sistemáticamente a lo largo del tiempo en todos los ámbitos en los que nos enfoquemos. Un conjunto de individualidades con ínfulas de superioridad, basadas en el solo hecho de haber nacido argentino. Y no me tomes por extraño: soy tan argentino como cualquiera y participo abiertamente del deporte nacional de hablar primero y sudar después. Tal vez sea más fácil no hablar.
El otro día leía las declaraciones de Nalbandian, eliminado en la segunda ronda del abierto de Australia por un desconocido Taiwanes que figura 61 en el ranking. Decía el rey “David” más famoso de todos los tiempos que el 61 del mundo es un gran jugador y que no hay nada de malo si se pierde un partido. En cierta forma tiene razón: siempre se puede perder un partido y no hay nada de malo en eso.
En realidad, es un tema de expectativas. Cuando vemos a David, vemos al argentino canchero que gana parado porque no necesita entrenar. El es argentino y no necesita entrenar o bajar la panza para ganarle a nadie. Es el “Rey David” y con una raqueta puede derribar a cualquiera que se le ponga enfrente. Los problemas aparecen después cuando se para enfrente uno que está un poco más entrenado y le recuerda (y nos recuerda) que no es ningún Rey, que no ganó ningún Grand Slam y que está gordo y fuera de forma por todos los ravioles que se come.
Hay algún pecado en que le guste más comer y festejar en el carnaval de Gualeguaychu que entrenar para ser el mejor de todos los tiempos? Nada en absoluto si fuéramos ciudadanos de cualquier país del mundo civilizado y mirásemos las cosas en perspectiva sin los comentarios de estos periodistas nacionales que lo alaban por demás y rompen su estatua de barro después. Y nada de malo en absoluto si David fuera un poco menos Argentino y empezara a entrenar en serio para dejar de perder partidos que en los papeles no los puede perder. Insisto, ese muchacho no juega para él, porque cada vez que pierde nuestro ego queda más roto que las raquetas que destruye cuando se da cuenta que comió de más la noche anterior y que no puede correr.
Nalbandian es un gran jugador, talentoso como pocos pero con un gran problema: nació Argentino como vos y como yo…y como estoy empezando a comprender, somos buenos segundones…al menos hasta que Del Potro gané el abierto de Australia y volvamos a acordarnos que somos los más grande que hay…
Jaja! Tal cual. La humildad nunca fue nuestro fuerte.
ResponderEliminarY encima a Del Potro lo bajaron de caballo...en realidad Roger, el único y verdadero monarca del tenis le dió una lección. Espero que le sirva para el futuro. Aguante DEL POTRO!!!!
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