Cosas de la vida, unos días antes de venirme pude ver una presentación que estaba armando mi viejo con la historia de la familia, desde sus abuelos hasta nuestros días. Curiosamente, aparecía ahí la dirección que originalmente tenía mi familia en Berlín hace ya casi 100 años y hasta había una foto de mi abuelo jugando en la puerta de la misma.
Y por esas cosas de la vida también, cuando volví a Berlín, tuve un pequeño desperfecto con el auto que hizo que tuviera que ir a llevarlo al mecánico. Debido al intenso frío que azota esta zona del mundo, el otro día el auto no quería arrancar. Probé de todo hasta que al final vino el mecánico. Fue bastante interesante su labor: se sentó al volante y le dio paliza al auto hasta que arrancó. Y encima me miraba con cara de “nabo…ves que anda? El problema es que tiene un cartel que dice que el motor está mal…”. La verdad es bastante distinta: para hacer lo que hizo él, esto es romperlo hasta que arrancó, no necesitaba ningún mecánico. Si anda y te pone un cartel que dice “lo rompiste al darle arranque así…” es porque lo rompiste y no porque andaba.
Pero voy a dejar esa discusión filosófica de lado. Me encaminé entonces al service oficial con mi carro, solo para comprobar a mitad de camino que me encontraba en Hauptstrasse 98, en la puerta de la casa de mi abuelo. No pude más que pararme al lado del camino un minuto y recordarlo todo. Si bien Berlín fue destruida por la 2da guerra, el lugar se parece bastante a la foto que vi en la presentación. El cartel del número es el mismo…pero el lugar ya no es una casa de familia. Ahora hay un banco ahí. Estoy seguro que esa información dejará muy contenta a una parte de la familia y muy desconcertada a la otra mitad más bohemia. Yo me quedé con una sensación mixta, más cerca del bohemio que del empresario. Me pregunto que pasaría si un día paso por el lugar donde crecí de chico y veo que es un banco en vez de mi hogar.
En el fondo, supongo que la vida es un poco así…el día que te vas perdés todo el control sobre lo que tenías y tal vez lo que para vos era lo más preciado de la tierra, para el que sigue no tiene valor alguno. En el fondo, no dejan de ser espejitos de colores, no importa el color que tengan. Sería bueno recordarlo y tenerlo presente.
El otro día leí una nota que contaba que un día San Martín vió a su nieta jugando con una de las medallas que obtuvo en alguna de las tantas guerras que ganó. Ante el reproche de la madre de la niña, dijo: “que valor tienen las medallas sino sirven para entretener a una niña…”. A la distancia, creo que una vez más estaba acertado…que importa si es un banco o un casino? Para mi siempre va a ser la casa de mi bisabuelo, donde mi abuelo aprendió a caminar…
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
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