En mi recorrido habitual en bicicleta de casa al trabajo, pude observar que la catedral católica de Berlín, que ya de por si está bastante oculta sobretodo en relación al omnipresente Dome que es la catedral protestante, está ahora más tapada aún por una serie de boliches que venden cosas de navidad. Imagino que no debería haber nada más alarmante para los creyentes que una catedral soslayada por un shopping.
Pero no deja de ser un reflejo de la realidad. Hoy en día nos hemos comido ese verso de la tolerancia que hace que nuestra fe se muera dentro nuestro y no contagie. Entiendo que uno de los daños más importantes que le causo la aparición de Lutero a la religión católica fue la del libre albedrío, que permitió la libre interpretación de la biblia y en consecuencia circunscribió la religión al ámbito privado.
El problema me parece a mi que es justamente el de la interpretación. Ser tolerante con el que desconoce la presencia Divina o la niega por esto o aquello no implica ser indiferente. Es decir, si el otro no cree, yo no tengo porque dejar de creer u ocultar mi credo. Por el contrario, es mi credo contra su “no credo” y no su “no credo” contra mi “creo pero no lo demuestro”. En el fondo, de que tenemos que avergonzarnos por haber nacido en o abrazado la Fe?
El no mantener encendida nuestra luz, el ocultarla o no ponerla en contra del viento por temor a que se apague nos lleva directamente adonde estamos hoy, adormecidos en las tinieblas. Y es algo que me reprocho bastante, porque soy el primero en no decir muchas veces lo que pienso, por temor o conveniencia. Y en consecuencia me transformo en juguete de la mentira, porque no negar al demonio es ser parte de la mentira de la misma forma que no defender a Dios, es no ser parte de la verdad.
Espero poder empezar a jugar el partido del lado que creo tengo que jugarlo y no ser un simple espectador que un día se de cuenta que salió de este mundo sin haber ayudado a los demás a encontrar la Fe que yo interiormente confieso abrazar. Tendré las agallas suficientes?
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