Hoy me aboqué a reescribir mi CV. Hay 2 máximas que tenés que seguir en épocas de crisis: la primera es no saltar de barco sin que nadie te tire al mar y la segunda es tener siempre el chaleco salvavidas a mano por si alguien te tira. En ese sentido, tener un CV listo, conocer más gente y tratar de generar oportunidades a futuro son cosas necesarias.
Y cuando llegás al CV hay como 10 millones de teorías de cómo armarlo. Ahora encima se complejiza, porque el primer filtro ya no es el ojo humano sino una máquina que busca ciertas palabras y decide si alguien tiene que leerlo o no y entonces estoy horas viendo si le puse todo, consultando a amigos para que lo lean etc. En realidad, como todas las cosas el CV sirve solo para algo: te abre la puerta para una entrevista. Y funciona o no, en función de la cantidad de “hits” (visitas) y “conversions” (mails para entrevistas) que conseguís en un período de tiempo.
Pero lo que distrajo mi pensamiento mientras lo armaba fue otra cosa. Si me muriese hoy y tuviese que preparar el CV para presentar en la oficina de admisión al cielo, que le pongo? Y peor aún, si lo armo y consigo poner las palabritas que me conceden la entrevista con el portero San Pedro, como respondo a las preguntas? Hace cuanto que no le dejo lugar en el tren a una persona mayor? Hace cuanto que no dedico 3 minutos a charlar con alguien que lo necesita aún sabiendo que a mi no me sirve? Hace cuanto que dejé de amar al otro como a mi mismo? Hace tanto…
Y pensar que perdí todo un día llenando un papel de palabritas para engañar a una computadora…si tan solo le hubiera sonreído 10 segundos al que me pidió la moneda…al menos ese me podría echar una recomendación. “Sabe poner las cosas en perspectiva dándole valor a las cosas importantes…” eso voy a agregar ahora en mi CV.
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
miércoles, 1 de julio de 2009
El Cv de la vida...!
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