El otro día me metí en un museo. Resulta realmente raro para alguien que siempre le tuvo alergia a todo ese tipo de cosas y debo admitir que me pierdo de bastante por no ir más seguido. Pero no tengo la capacidad de apreciación…no puedo quedarme más de 2 minutos mirando algo o escuchando una explicación sin que mi cabeza empiece a girar en la nebulosa. Soy de los que necesitan una máquina del tiempo para viajar…me pego viajes solo y mal.
Me causó bastante gracia de todas formas como se dan las relaciones humanas ahí adentro. Primero porque las señoritas que concurren se parecen bastante al arquetipo femenino que me atrapa: físico destacado envuelto en ropa medio bohemia, con fascinación por la historia y una mirada perturbadora que ve más allá de la obra en si. Y segundo porque también me encontré con el arquetipo de hombre de museo y no se me parece en nada: también bohemio, pero con una capacidad de palabra envidiable para hacer que las obras cuenten una historia que cierta o no suena intrigante hasta que lograr que su presa se rinda. Yo podría contarles sobre la formación de Boca del 80 en el mejor de los casos y aunque tal vez catalogue físicamente mejor que alguno de estos parlanchines de la cultura, sería una batalla perdida. Y tampoco tengo un auto descapotable para dejarlo en la puerta y robarle el bocado a la salida como hacen los amigos de billetera abultada. En definitiva, un par de buenas razones para volver a casa a fascinar a mis bebés con historias de conejos que comen papa fritas de Mc Donalds
Sin embargo lo que realmente me perturbó no fue una minifalda sino el hecho de pensar como habrá sido la vida hace 2500 años, con todos esos dioses a los que se alababa por desconocimiento y que habrán encontrado todas estas personas una vez que se murieron. Sabés que? Me quedó la sensación de que venimos sin nada, nos vamos sin nada y en el medio nos matamos por el metal que nos de una diferencia en esto que llamamos mundo. Por supuesto que estaría mucho mejor si tuviera billetes para comprar un descapotable y esperar minas a la salida del museo…pero por más que queden 400 cuadros con mi retrato y todos me recuerden y sepan quien fui a menos que alguno rece una oración en mi memoria, no serviría de nada.
Yo me imagino el mano a mano con Dios de una manera bastante simple: te presentás con todas tus joyas y tu mejor traje y de golpe te quedás sin nada y te llaman por un número. Y cuando te preguntan que hiciste para merecer entrar, y respondés “A” te dicen…”buenísimo…pero nada de todo eso sirve acá…hay alguien que se acuerde de vos en este momento? Hay alguien que pueda confirmar que vos hiciste una diferencia en el mundo?” Y cuando respondés “B” te vuelven a decir: “no entendiste…nada de eso sirve…contanos cuanto amaste…”
Y creo que lo que más me perturbo es encontrar tan pocas respuestas en el museo. Porque estoy casi seguro que ninguno de esos amó suficiente, de igual forma que estoy seguro que yo tampoco lo hago. Adonde fue a parar toda esa gente que se dedicó a alabar a otros dioses? Y que me va a pasar mi entonces? Porqué estoy seguro de que Dios, el Dios en el que creo, existe, si toda esa gente pasó por este mundo creyendo distinto?
En definitiva: entre a conocer la historia de la civilización y volví con dudas existenciales…hubiera sido mejor si hubiera entrado con dudas existenciales y hubiera salido conociendo la historia de la civilización. Por suerte en la misa del domingo pude revertir el proceso. Supongo que no voy a volver al museo muy pronto. Definitivamente no hay nada para mi ahí adentro-
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
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