Un extraño pensamiento me surgió en el día de ayer mientras estaba en la misa. Caí en la cuenta de que en realidad, al haber estado en Alemania cuando mi viejo nos dejó, no había tenido oportunidad de despedirlo. De hecho los últimos 15 días antes de la operación que le costó la vida ni siquiera quiso hablarnos porque se ponía triste.
Increíblemente esa misma situación de angustia momentánea que siente aquél que no hizo bien su trabajo se convirtió en seguida en una certeza…yo no lo despedí, porque tengo la seguridad de volverlo a ver. Tantas veces a lo largo de mi vida lo vi salir por la puerta y ni siquiera le dije adiós. Que diferencia hay ahora y antes? Ninguna, solo que al saberlo muerto uno tiende a mirar todo para atrás y recriminarse las cosas que no hizo cuando hubiera podido hacerlas.
Y no es forma de vivir. La vida es para adelante y uno toma decisiones basado en circunstancias actuales. Después el tiempo se encarga de decir si las decisiones fueron las mejores o no y si pueden ser modificables de cara al futuro. Pero de ninguna manera podría juzgar ahora lo que hice o no hice y atormentarme por eso porque el pasado ya no está. Me queda la certeza de que un día voy a regresar a la casa del padre y me le voy a unir y a eso le apunto.
Increíblemente al gobierno le pasa lo mismo con la política. Se la pasa mirando para atrás, opinando sobre el pasado y queriendo convencernos de lo mal que estábamos hasta que el salvador Néstor nos iluminó y juzgando desde el hoy cosas que pasaron 10, 20 y hasta 30 años atrás. Cuanto más beneficioso sería para nosotros que el gobierno y la oposición empezaran a discutir que tipo de país queremos para los próximos 30 años y activaran planes en ese sentido. Lamentablemente no tienen la visión y sólo les queda la ambición de acumular poder. Muy poco para poder seguir adelante…
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
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