Que fantástica es la ciudad de Berlín en verano. No solo es una ciudad limpia y segura sino que además te da miles de posibilidades. Como ya comenté anteriormente, una de las cosas que más valoro es venir a trabajar en bicicleta. Prácticamente todas las calles tienen bicisenda y hay unos recorridos increíbles. Mi último descubrimiento, un camino que arranca a escasas cuadras de mi casa, bordeando el río Spree y que me deja a pocas cuadras de la oficina. Es increíble ir pedaleando por la costanera sin autos y con el sol pegando sobre el río. A decir verdad, no lo descubrí solo: un lugareño me dijo que existía, solo que cuando me lo comentó era invierno, me perdí (me acordé muy mal de su vieja) y decidí que recién en el verano lo iba a volver a intentar. Valió la pena la espera…
Lo que en realidad sorprende por encima de todo es que siendo una ciudad tan central y con tantas prestaciones, vivir acá sea relativamente barato. Me animo a decir que gastás menos realmente que en Buenos Aires y el nivel de vida es muy superior. Como funciona eso? En realidad es algo que los funcionarios de la ciudad de Buenos Aires deberían tratar de descifrar. Lo que a mi queda en claro es que el pensamiento Weberiano de una superestructura burocrática para controlar a la masa acá se aplica. Con espacios tan reducidos y tanta gente, no les quedo otra que llenar todo de reglas.
Y la diferencia esencial es que acá las reglas las cumplen todos sin excepción. En Argentina tenemos muchas reglas que son para la “gilada”, porque si sos hijo de fulano o mengano o tenés un contacto acá o allá, zafaste. Acá la ley es pareja: reja para todos. Y aunque te cuesta caminar con 1 papel en la mano hasta el próximo tacho o separar la basura para no contaminar, cuando aprendés a vivir en una sociedad así, te gusta más que tu vida anterior. El hombre es un animal de costumbres y también “el hombre es el lobo del hombre”. Sobre esa base y con un poder de coerción que realmente intimida, acá se ordeno todo de una manera que todos están felices a pesar de no ser todo lo libres que quisieran ser. Te aseguro que cuando un cana te llama para pedirte la hora, temblás…y no te dan ganas ni de probar abrir la billetera a ver si lo arreglás.
Pero estamos acostumbrados a la libertad mal entendida. Ser libre no es hacer lo que yo quiero, sino lo que quiero dentro de lo que se puede hacer sin perjudicar a nadie. A eso se lo llaman reglas. Un buen reglamento y un poder policial fuerte hacen el resto. Cuanto tiempo más nos va a llevar entenderlo?
Un mundo denso necesita pensamientos livianos para que puedan ser asimilados
viernes, 19 de junio de 2009
Berlín - La libertad bien entendida
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