Una vieja anécdota que suelen recordar bastante bien mis amigos sucedió en un verano en Punta. El “serrucho” (Ford sierra) no funcionaba y estaba aparcado en el garaje de la casa arriba de una loma. Como estaba lloviendo, mi vieja sugirió que lo corriéramos para que se lavara. Y aunque que soy medio vago para los mandados esta vez estaba en la puerta empujando el auto antes de que ella se acordara que el auto no andaba. Un simple empujón bastó para que el auto tomara cierta velocidad y aunque llegué a manotear el espejo, no pude evitar que el auto se deslizara a toda velocidad, impactando contra un árbol y dejándonos a pie por el resto del verano.
Aún sin registro oficial, en el día de ayer, mientras conducía al presidente de la empresa a un partido de tenis tuve otro accidente: al doblar en una curva, en vez de seguir por mi carril me deslicé hacia el siguiente sobre la izquierda y el auto terminó sobre las vías del tranvía que divide a la calle como un boulevard. Por fortuna, no venía ningún tranvía ni había ningún patrullero cerca. Y por suerte también, puse marcha atrás y pude desencajar al auto con facilidad continuando nuestra marcha hacia la cancha.
Más allá de que seguramente no vaya a ser ascendido a ningún cargo ejecutivo en algún momento cercano, la nueva anécdota reemplaza a la anterior y será el centro de alguna sobremesa con amigos en el futuro cercano.
Acabo de ver un comercial que refleja lo sucedido en punta. Espero que la agencia se inspire y saque la segunda parte con el nabo que se cae en la vía del tren mientras conduce al presidente de la empresa. En cualquier caso, espero que me paguen los derechos de autor: Los voy a necesitar para salir de la carcel y mientras consigo otro laburo...
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